Las enfermedades que destacaron

Pocas semanas antes de que Hernán Cortés tomara el control de la capital del Imperio azteca, Tenochtitlan, sus tropas estaban al borde de la derrota, exhaustas y desmoralizados. Los hombres de Cortés esperaban tembloroso aquel ataque. Sin embargo, esto nunca se produjo. Cuando consiguieron fuerzas, asaltaron la ciudad, y para su sorpresa, no hallaron resistencia.

El panorama era desolador. Miles de cadáveres aparecían desperdigados y el aire estaba impregnado de un olor nauseabundo, una mezclona de muerte y putrefacción; el hedor que seguiría los conquistadores españoles por toda América.

Aquel ejército invisible que arrasó Tenochtitlan no era otro que la viruela, una enfermedad conocida en Europa, pero extraña para los indígenas. Todos sus esfuerzos en la lucha contra aquel mal 

La forma de vida también se alteró. La mayoría de los nativos se hallaba demasiado débiles para cultivar los campos y cuidar de sus hijos

Necesitados de mano de obra, empezaron a traer esclavos de África. Una medida que empeoró aún más la situación, pues muchos cautivos eran portadores de nuevos virus.

Virus como los de la gripe, el sarampión y la viruela fueron letales y provocaron el que, según muchos historiadores, es el mayor genocidio de la historia de la humanidad.